En su juventud, militó en la liga socialista y trabajó como conductor del metro de Caracas, posición desde la cual dio un salto al sindicato hasta llegar a ser uno de sus líderes.
Con 49 años, Maduro fue uno de los cancilleres más jóvenes de la historia venezolana y uno de los ministros chavistas que más tiempo estuvo en el mismo cargo, donde cumplió seis años. Desde esa cartera, fue parte activa en la concreción de convenios entre Venezuela y China, Rusia, Bielorrusia e Irán.
Tuvo un papel activo desde la Unasur durante la destitución de Fernando Lugo. Incluso la oposición paraguaya y el gobierno de Federico Franco lo acusaron de haber instado a las Fuerzas Armadas a levantarse a favor del ex mandatario.
Maduro formó parte del círculo chico del Partido Socialista Unido de Venezuela que trabajó para el triunfo de Chávez en las elecciones de 1998. Ese año logró una banca en la Asamblea Nacional, la cual renovó en 2005, pero que dejó un año después para asumir como ministro.
El presidente encargado de Venezuela tiene por delante, al menos, dos grandes desafíos. El primero, vinculado a la aceptación popular, será gobernar en el lugar que dejó Hugo Chávez sin dejar morir la imagen del ex presidente, ni entrar en contradicción con ella.
La segunda gran batalla de Maduro será contra una golpeada economía nacional. La devaluación del bolívar, que comenzó a regir el miércoles 13 de febrero en Venezuela, hizo caer el ingreso per cápita de los ciudadanos, de US$ 13.000 a US$ 9.000, lo que representa un fuerte impacto en el poder adquisitivo.
Las autoridades ordenaron devaluar el bolívar un 31,7 por ciento, a 6,3 bolívares desde las 4,3 unidades por dólar que se había fijado como cambio oficial en 2011, una decisión que, según sus críticos, forma parte de un paquete de ajuste tras un año de fuerte gasto público y alto riesgo inflacionario.
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